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  • Foto del escritorRicardo Garza

UN ENVIADO DE DIOS

Actualizado: 29 jul 2021

Hace algún tiempo en un seminario impartido a nuevos asesores, el instructor responsable comentaba con el grupo las ventajas y beneficios de la profesión de ser agente de seguros. Su charla amena se torno emotiva cuando se refirió a una historia que le causaba un sentimiento muy profundo.


Ahora quiero platicarles la historia de un agente que años atrás incursionó en la carrera de seguros sin más anhelo que ganar mucho dinero. Si bien su necesidad era suficiente como para mover a lograrlo, su ambición rebasaba por mucho la necesidad.


Un día, su promotor le pregunto cuál era su principal objetivo en la actividad. El sin mayor empacho afirmo


-¡Ganar mucho dinero! ¿Cuál otro debería de ser?

- Pues está bien que quieras ganar mucho dinero, ¿Pero acaso no hay otro objetivo que te mueva además del dinero? Reviro el promotor.

- ¡NO! Afirmó tajante el agente. ¡Yo seré el número uno de esta compañía y ganare todos los bonos, premios convenciones y demás concursos que ustedes hagan para los agentes!

- ¡Está bien que lo anheles! Interrumpió el supervisor, ¿Pero qué estás dispuesto a hacer para lograr lo que deseas?

- ¡Cualquier cosa! Respondió el agente ¡Yo no permitiré que ningún pusilánime me manipule o se haga la victima conmigo, yo los presionare y obligare a que firmen conmigo!

- Creo que tu visión está mal orientada, repuso el promotor. Sin embargo, solo puedo decirte una cosa: El día que encuentres el secreto de vender seguros, ¡tu vida cambiara!

- ¡El secreto es ser agresivo y audaz! ¡Ya me lo reconocerás cuando llegue al número uno! Decreto el agente, y se marcho a visitar a los prospectos que tenia para ese día.


Al transcurso de algunos meses, llegó a los primeros lugares de producción de la compañía y efectivamente ganó mucho dinero. La compañía lo reconoció en eventos mensuales y hasta premios en especie le otorgó.


Su vida parecía ser exitosa, pero en realidad el éxito solo se encontraba en la cuantía de sus ingresos. En su trato con los demás, el agente se tornó déspota y prepotente. Exigía rapidez y eficiencia en el personal de la compañía y llegó hasta los gritos con los empleados que le entregaban con algún error sus movimientos.


Solía ufanarse de haber cerrado las ofertas amenazando al cliente y varias veces estuvo a punto de liarse a golpes con competidores que le reprochaban sus actitudes para con ellos.


Su carácter se volvió seco y hosco. Llegaba muy temprano para elegir las visitas del día y pasaba horas sin probar alimento.


En la compañía le reconocían por su producción, pero en su trato llegaron a detestarlo. Sus compañeros lo toleraban, casi nadie quería hablar con él, y estuvo a punto de hundirse en la más profunda soledad. Encaminado a semejante actitud, un día su promotor le asignó un caso sin mayor instrucción que el nombre y dirección de una mejor y que acudiera a prestar ayuda.


Cuando encontró la dirección, bajó de su auto, y se encamino decidido hasta la puerta de la casa, donde pudo observar que yacía un moño negro colgado en la puerta principal. Sin importarle, tocó vigorosamente la puerta. Cuando esta se abrió, una pequeñita de tan solo seis años apareció con un cuaderno entre las manos y lo invito a pasar.


- ¿Esta tu madre?, pregunto el asesor

- ¡Sí! Apuro a responder la niña

- ¡Dile que estoy aquí para resolver su asunto!, le ordeno el asesor a lo que la niña afirmo:

- Mi mamá ya sabe a lo que viene usted y me encargo que lo recibiera en lo que ella baja.


La pequeña se sentó frente al agente e intento hacer agradable su estancia.


- ¡Mira!, traigo la foto de mi papito, dijo la niña con su vocecita enternecedora.


Sus pequeñas manos acariciaban la foto de su padre.


–La traigo en mis manos porque en la foto yo aparezco en las de él; así, trayéndola yo, es como si trajera a mi papito igual que el siempre me traía a mí.


El agente se reblandeció ante semejante observación y para evitar sentirse invadido por emociones que el intentaba extirpar, pidió a la niña apurar a su madre.


La niña entró a avisar a la mujer y esta se presento enjuagándose las lágrimas.


- Mucho gusto señor, se presentó la mujer.

- Señora me ordenaron venir a ayudarla ¿de que se trata mi ayuda?

- Pues llamé a su oficina para que me ayuden a resolver los trámites del seguro de vida de mí esposo, Después de un profundo suspiro exclamó: Falleció ya hace un mes. Usted disculpará, pero estoy pasando por un momento muy difícil, asintió la mujer tratando de justificar su estado.

- Ahora comprendo. A eso vengo, a resolver este asunto, declaró el agente, lo que provoco el llanto y sollozo de la mujer.


Al escuchar a su madre, la pequeña salió corriendo y abrazándola le pregunto

- ¿Por qué lloras mamita? ¿Este hombre te hizo llorar otra vez?

- ¡No hijita!, respondió la mujer.

- ¡Es que este señor es el enviado de Dios!

- ¿Por qué dices eso hijita? Cuestionó la mujer.

- Es que mi papito siempre me decía que cuando él se fuera, iba a llegar un enviado de Dios y nos traería un regalo que él nos enviaría.


El agente apretó las manos. Su garganta estaba cerrada y sus ojos se humedecieron hasta derramar un par de lagrimas y abrazó a la pequeña.


Cuando salió de la casa de la viuda, el agente sollozaba. En ese momento recordó las palabras de su promotor: “Cuando encuentres el secreto de vender seguros, tu vida cambiará”


Al concluir la historia, el instructor lloraba ante el grupo. Entre sollozos solo pudo decir:

¿Saben porque esta historia me emociona tanto? ¡Porque ese agente soy yo!


El grupo, impactado por tal sentimiento se puso de pie y obsequio un gran aplauso al instructor. La historia había logrado su objetivo.


Cada uno de los participantes comprendió el verdadero secreto de vender seguros, y quedo convencido que además del ingreso y el reconocimiento que se obtiene, la carrera de seguros es una actividad con profundo sentido social.


En efecto. Vender seguros es algo similar al trabajo de un predicador. Algunos le escuchan y otros no. Unos dicen querer seguirlo solo para después negarlo y hasta faltar a la palabra empeñada por unas cuantas monedas.


Pero solo aquel que está convencido de ese secreto, puede afirmar que esta carrera es la única en que cada oportunidad de visitar a alguien, es una oportunidad de ser…


UN ENVIADO DE DIOS



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